Porque desde que tenemos Combi, nuestras responsabilidades aumentaron.
En primer lugar, el viernes pasado nos levantamos tempranito para hacer la Verificación Policial. Salimos al Hangar de noche y cargados con la carpeta de los papeles y la termera. Vale la pena detenernos en este equipaje que contenía: un termo de aluminio que los reyes magos zapalinos nos obsequiaron este año, un mate calabaza de boca grande, regalo de cumpleaños para Leo y que estrenamos orgullosos esa mañana. Este había sido curado el jueves 10, cuando una placa roja anunciaba una compra que no se realizó, sin embargo el mate curado no fue usado hasta la mañana del viernes 18.
Salimos por calle uno, con una dirección poco confiable, con la mayoría las luces fuera de servicio y buscando la entrada indicada para hacer la fila de la verificación. Luego de veinte minutos de paseo por el barrio de 1 y 60, dimos con el ingreso (era por calle 59). Ya había amanecido, quedamos en una posición relativamente cercana al principio de la cola y contentos nos dispusimos a tomar el desayuno.
Sin exagerar, el cielo con los primeros resplandores, el termo con el agua en el punto indicado y el mate estrenándose nos marcaron el primer día dentro de nuestra Combi: esos despertares tempranos, preparados para el viaje, para la ruta, para disfrutar mientras tenemos una visión amplia del exterior (¿qué será? Campo, mar, ruta, pampa húmeda, montañas...) y en el interior el amor de nuestra vida, conduciendo o cebando los mates que nos cargan de energía en la mañana.
Volviendo a la realidad, vimos que la verificación policial se llevaba acabo en un estacionamiento frente a las oficinas, que estaba oscuramente diseñado en forma de S, lo que nos hizo dudar acerca de cómo saldríamos parados porque la dirección de la Combi... bueno... no era lo mejorcito que tenia. Sin embargo, Leo ya estaba un poco entrenado y como un gentleman la estacionó en el puesto 1. El policía verificó con una linterna azul la patente y el motor, otro con una pistola con manguera marcó los vidrios con NUESTRO número de patente. Todo bien, firmas por un lado, pagos por otro. Al final, luego de volver a surcar con éxito la S, contentos de la hazaña legal completa nos felicitamos y entre risas… se paró la Combi… bueeee la segunda se esconde a veces.
En segundo lugar, ayer Leo le llevó la Combi al especialista Aníbal. Este buen mecánico nos la prometió para antes del encuentro Kombinauta en Chascomús el 10 de junio. La escuchó bien, pero necesita ajustes porque su destino son las rutas y los viajes. En el taller quedó dando vueltas el nombre de la Combi: Princesa, La Nave, Bombón… quien sabe… ya tendrá el nombre perfecto.
En tercer lugar, esta mañana le pagamos a la Combi su casita. Pagamos por un lugar en una cochera a una cuadra de casa. Ya tendrá la Combi, al salir del mecánico un lugar que será su hogar y que la cobijará por la noche.
Todo eso y más. Contando plata, dejando unos billetes por acá y otros por allá. Anoche Leo dijo algo muy importante “¡pero ya tenemos nuestra Combi!”